jueves, 14 de febrero de 2008

Si tu no te ayudas, yo no puedo hacer nada mas que sufrir contigo.





Cuando era niña iba de vacaciones con sus padres a un lugar maravilloso. Era un sitio de ensueño, tanto que a veces dudaba si había sido o no real. Aquella fue con diferencia la mejor época de su vida. ¡Quien pudiera volver!

Tenía allí muchos amigos. Allí conoció a sus primeros novios. Y por supuesto, allí conoció al que a día de hoy es su marido, su Juanito.

El era tímido, con pinta de intelectual y desde el primer momento la conquisto, porque a ella siempre le han gustado los feos-guapos. Ese tipo de hombres que no destacan por su hermosura, pero que tienen algo que a sus ojos los hace seres especiales (una nariz con personalidad, una mirada interesante…) Así era él.

Tuvieron un noviazgo largo y lleno momentos románticos, pero también tuvieron muchos problemas. Juntos los pudieron superar, porque él era el hombre de su vida. El que la apoyaba en los momentos duros con su familia. Al que podía contar todo lo que le ocurría, porque siempre la animaba y comprendía. Era su Hombre. Y por el hubiese hecho cualquier cosa.

Se casaron un otoño, de eso hace ya quince años. Y desde entonces, han tenido una vida matrimonial llena de altibajos. Ella sacrificó muchas cosas por él, para que él hoy en día sea alguien. Y el la ayudó en sus momentos bajos, cuando a ella le parecía que el mundo se acababa en la punta de sus pies. Han vivido felices, tristes, alegres, angustiados, ilusionados…

Pero el tiempo no se detiene y en su avance continuo arrastra consigo nuestras vidas, nuestras alegrías y nuestras miserias. El tiempo, ese desalmado que hace que los hombres y mujeres cambien. Ese tiempo que a veces desperdiciamos en tonterías y que derrochamos como si lo tuviéramos en abundancia.

Ese mismo tiempo que ella malgasta ahora buscando una explicación a lo que le está pasando. Y es que aún no se lo puede creer. Durante estos años ha perdido a su marido y se ha descubierto cada día durmiendo con un extraño. Un personaje de ficción que ha pasado de pensar que ella lo era todo para él, a creer que es su posesión.

Ha pasado de una vida difícil, pero plena, a una existencia llena de amenazas y miedos.
Ya no está enamorada de él, aunque aun no lo sabe.

Ya no quiere seguir con el que hasta hoy es su marido, aunque aún no lo quiera decir en voz alta, porque aún no termina de creérselo.

Ya no quiere seguir así, porque no quiere tener un dueño, porque no necesita otro padre, porque no es un objeto al que alguien pueda golpear. Porque, aunque hoy no se de cuenta, mañana descubrirá que es una Mujer. Que es una Persona. Que no le debe nada a nadie. Que puede sobrevivir sola y que desde luego, lo que le espera en la calle es mucho mejor que lo que tiene en casa.

Por eso, y aunque aun no lo sepa, quizás este San Valentín sea su día mas especial. Quizás haya aprendido para esa fecha a valorarse, a quererse y a ser valiente. Quizás haya tenido fuerza suficiente para vivir el amor más intenso que hay que vivir en esta vida: El que hay que sentir por uno mismo.

No penséis que este es un relato de desamor.

Es el principio de su mejor historia de amor, la que le ha llevado cuarenta años aprender y descubrir. Es una historia que comienza con un grito de angustia y terminará con un acto valiente. Es un amor egoísta, en el que esta Esther se va a querer a si misma más de lo que nunca ha querido a ningún Juanito. Es un grito de esperanza. Es su primer paso hacia la libertad.

Quizás el 14 de Febrero siga aún viva. Y quizás para entonces ya comience a ser feliz.




(Finalista en el concurso de relatos cortos de San Valentín, del foro Esther y su mundo)

1 comentario:

Riesgho dijo...

No hay mucho que decir cuando nos toca de cerca algo así. La única salida es la puerta y cuando las víctimas no lo ven, es difícil tender la mano a quien no quiere ayuda. Tan solo nos queda ser tristes espectadores, que con los dedos cruzados, esperamos un final feliz para tan trágica historia.
Espero que algún día vea la luz...

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